El 17 de mayo de
2013 por la mañana, murió el genocida, dictador, autor y ejecutor del plan de
exterminio más macabro de la historia argentina: Jorge Rafael Videla. Murió de
muerte natural, siendo encontrado a las 8:25 dentro de su celda del Complejo
Penitenciario de Marcos Paz, sin signos vitales, donde se encontraba detenido
por delitos de lesa humanidad.
Con su vida no se
acaba la herencia que nos dejó la dictadura. No es el fin de las consecuencias
que tuvo y tiene para nuestro pueblo. Pero es un símbolo de cierre de una etapa.
La posibilidad de una bocanada de aire “un poco más puro” para el pueblo
argentino que hoy vive en democracia, luego de 30 años de lucha y de la etapa
de la reconstrucción de la democracia que no se ha visto interrumpido.
No celebramos la
muerte. Nunca la celebramos. No podemos hacerlo. Somos luchadores y defensores
de la vida. Celebramos el saber que la justicia, finalmente llega: sus últimos
días fueron en la cárcel común, juzgado y condenado. Se terminan ahora esos escalofríos
que sentíamos cada vez que alguien publicaba una entrevista, cuando alguien –cada
tanto, y con intencionalidades políticas claras- le daba voz para reivindicar
las atrocidades cometidas, dándole la posibilidad de llamar, incluso, a un
nuevo golpe de Estado.
Aunque a veces tengamos
el sentimiento de que nada es suficiente, de que todo castigo queda chico, nos reconforta
saber que se fue viendo brillar la democracia. Fuimos viendo, en estos años, los
juicios –lentos muchas veces- a los represores que parecía que nunca llegarían.
Los 30.000
compañeros detenidos-desaparecidos están más presentes que nunca entre nosotros! Porque
decimos NUNCA MÁS a los golpes de Estado. Por la defensa de la justicia y la libertad.
Por el respeto y pleno ejercicio de los derechos humanos conquistados. Porque
afirmamos NUNCA MENOS a lo que, como pueblo, fuimos capaces de construir.
Por todo esto, sí, celebramos.
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