El 31 de octubre de 2012 la Cámara baja convertía en
ley el proyecto que extiende el derecho de votar a los jóvenes de 16 y 17 años.
Con 131 votos a favor, 2 en contra y 1 abstención quedó establecida la norma
que si bien obliga a votar a todas las personas a partir de los 16 años, exime
de la sanción en caso de no cumplir, a los menores de 18 y a los mayores de 70.
Más allá de esta vuelta de tuerca utilizada para respetar la Constitución
nacional, lo cierto es que en la práctica el nuevo derecho es optativo para
todos aquellos jóvenes que a partir de los 16 años deseen dar su voto y contribuir
a la construcción de una ciudadanía responsable y democrática.
Que la ampliación de derechos, sea cual fuere el tema
en cuestión, es siempre un hecho para festejar y enorgullecerse, no cabe duda.
La extensión de la franja etaria en el voto electoral significa un hecho
histórico en la vida de los países latinoamericanos, siendo Argentina el cuarto
país, después de Brasil, Ecuador y Cuba, en impulsar y aprobar el proyecto. Sólo
aquellos que poseen una visión elitista de la construcción social o quienes
buscan un proyecto de país con participación real de unos pocos, pueden estar
en desacuerdo.
Ahora bien, este nuevo acontecimiento trae aparejado
una serie de deberes y responsabilidades que involucra a todo el conjunto de la
sociedad. No es casual que el número de jóvenes que están realizando el trámite
del DNI para poder votar, fue aumentando gradualmente a la par que las
encuestas fueron mostrando un cambio cualitativo en el interés que los chicos
tienen sobre el tema.
Es fundamental que las organizaciones sociales, las
escuelas secundarias y todos los espacios generados por y para los jóvenes,
realicemos un trabajo conjunto de concientización, formación política y
educación en democracia para que el nuevo derecho adquirido no quede relegado a
la fracción de jóvenes ya politizada y partidaria, sino que implique una real
inclusión de todos los potenciales votantes. Es imprescindible que esta sea una
oportunidad y un impulso para que los chicos asuman compromisos que se traduzcan
en un mundo futuro con mayor involucramiento social donde la promoción
comunitaria sea un modo de vida de jóvenes y adultos.
Que el nuevo derecho devenga en construcción de
caminos solidarios con compromiso político y no en oportunismo partidario,
depende hoy de todos aquellos que creemos en los jóvenes como protagonistas de
la historia no solo futura sino presente. Llevar a cabo acciones concretas,
escuchar sus demandas y necesidades, brindarles herramientas para que ellos
desarrollen la capacidad de análisis y crítica social, es la mejor manera que
tenemos para contribuir a este proyecto. Dejarlos pensar por sí mismos, elegir,
motivar y enseñar que la vía democrática es la forma que tenemos de construir
el mundo que soñamos.
Esta coyuntura nos llama al trabajo mancomunado de
todas las instituciones socioeducativas integradas por y para los jóvenes. Y
presenta una camino para lograr nuestras misiones que tienen que ver con
fomentar e incrementar la participación juvenil en la vida socio-política
ayudándolos a construir un protagonismo responsable y comprometido con su
entorno y sociedad.
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