En el presente trabajo se evidencia que no existe un modo universal de transitar la adolescencia, por lo cual las perspectivas cronológicas resultan insuficientes para comprender con mayor profundidad la diversidad de situaciones que atraviesan a esta franja etaria.
Si bien existe un grupo de jóvenes que gozan de los privilegios de cierta “moratoria” social, esta situación no es extensible al conjunto de los adolescentes. Efectivamente, existe un grupo de adolescentes que cuentan con la posibilidad de postergar exigencias más propias de la vida adulta (como estar a cargo de una familia o trabajar). Sin embargo no todos los adolescentes o jóvenes gozan de este privilegio, por lo cual si bien la expresión “moratoria social” sirve para graficar la situación de un grupo, esto mismo la inhabilita como definición del “ser adolescente” o del “ser joven”, en tanto definición universal.
Esto tiene consecuencias importantes en relación con los procesos de escolarización, ya que ayuda a delimitar el alcance y caracterización de un “tipo ideal”, y su diferenciación respecto de otros “tipos”, frente a los cuales resulta necesario poder desarrollar estrategias en términos de políticas de inclusión y permanencia en la escuela.
Los grupos aquí encontrados habilitan una reflexión respecto de diferentes vínculos de escolarización:
• Las condiciones de vida constituyen un factor relevante en términos de oportunidades de acceso a recursos, entre los cuales se encuentra la posibilidad de asistir y continuar en la escuela. Es decir, sigue habiendo un espacio de reproducción inter-generacionales de las desigualdades. Particularmente en las situaciones extremas: adolescentes en situación de “bienestar” (con un vínculo inclusivo) y adolescentes “adultos” (con un vínculo de exclusión, asociada a una incorporación temprana al mercado de trabajo, o a la conformación de una nueva unidad familiar). En estos espacios la escuela no logra romper con la desigualdad presente en las situaciones de partida.
• Sin embargo, existen también otras situaciones, intermedias, en las cuales la lógica que subyace es justamente un intento de ruptura de dicha reproducción. La escuela aquí si aparece como posibilidad de romper con cierto “destino”. Son situaciones en las cuales el vínculo con la escuela se mantiene, pese a ciertas dificultades. Existen adolescentes que continúan en la escuela, pese a la situación de precariedad en algunos casos o a la necesidad de colaborar con la manutención del hogar. En estos casos la asistencia con
retraso, o el trabajo a tiempo parcial, paradójicamente, devienen en condiciones para poder continuar estudiando. Más que problemáticas, se puede entender a estas situaciones como la condición de posibilidad de poder continuar con el vínculo escolar, lo cual no deja de denotar cierta vulnerabilidad en estos vínculos
Es importante remarcar que la conformación familiar no incide de un modo directo en la escolarización de los jóvenes, pudiendo existir diversidad de arreglos familiares tanto entre quienes asisten como entre quienes no asisten a la escuela. Esto se observa con claridad en los dos primeros tipos de adolescentes. En los dos casos los adolescentes se encuentran en una situación de bienestar, escolarizados, asistiendo a término y en situación de inactividad laboral. Esta situación de bienestar aparece tanto con relación a familias
tradicionales como a las no tradicionales. En todo caso, será la combinación del tipo de familia, con otras dimensiones, lo que terminará conformando un entramado de mayor o menor vulnerabilidad
(hogares incompletos con jefatura femenina no plantean la misma situación en contextos de mayor o menor precariedad). Esto reafirma la necesidad de contar con abordajes relacionales que puedan capturar estas diferenciaciones.
Finalmente, se evidencia en este trabajo que la cuestión de género atraviesa la definición de los “tipos” aquí encontrados, observándose a la mujer con un mayor repliegue en los espacios domésticos y al varón con una mayor inserción en el mercado de trabajo. Esta diferenciación, ya estudiada en otros trabajos, en este caso se registra no solo en la diferenciación entre quienes no asisten a la escuela, sino también entre quienes asisten a ella, en un vínculo de mayor vulnerabilidad.
En el tramo etario de 15 a 17 años se detectan aún importantes niveles de abandono escolar. En términos de políticas de inclusión, garantizar el derecho a que todos los adolescentes puedan acceder, permanecer y terminar la escuela construyendo en esta práctica una experiencia significativa, es una asignatura pendiente para la región.
Avanzar en el conocimiento de la heterogeneidad de situaciones de vida que atraviesan a los adolescentes constituye un insumo relevante en términos de diagnóstico para la definición de políticas. El presente ejercicio constituye una aproximación al conocimiento de diferentes configuraciones que atraviesan la vida de los adolescentes, las cuales no solo aparecen definidas en términos de diversidad sino que también están atravesadas por una profunda desigualdad social. Es un punto de partida para el abordaje de una heterogeneidad de situaciones que sin duda es más vasta y compleja, que bien vale la pena profundizar en próximas publicaciones.
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