Estimados Marcela y Felipe Noble Herrera:
Hemos podido conocer el pasado jueves 22 vuestra solicitada aludiendo a su situación. Angustiosa y dolorosa situación reconocida con total franqueza y valentía por ustedes mismos. Situación, por otra parte, que no es novedosa para nuestra sociedad y que aparece atravesada o teñida de conflictos y ocultamientos; una historia que nos ha marcado con huellas de muerte y desapariciones. En definitiva, vuestra historia –sin ustedes desearlo– puede ser una de aquellas que conforman el drama de nuestro país.
Notamos intranquilidad en sus palabras, y desde lo más profundo los entendemos, los comprendemos y deseamos acompañarlos solidarizándonos con ello.
Frente a eso, nuestra experiencia pastoral nos permite afirmarles con alegría y con paz que no hay nada más sanador y liberador que la verdad, sea cual fuere. Dolorosa a veces al comienzo, pero siempre liberadora. Nada más coherente con el Dios que anunciamos y en el que confiamos, ya que su mensaje es revelador de la verdad.
Ustedes aparecen tironeados en la clásica lucha entre la verdad y el ocultamiento, la luz y las tinieblas; y no dudamos en decirles que no teman, que no tengan miedo en avanzar confiados hacia la verdad. Ella sana y abre ventanas de aire fresco y renovador.
En vuestra carta, ustedes hablan tres veces de su identidad, pero a su vez reconocen que no saben su origen biológico. Del mismo modo que centenares de personas buscan –como ustedes saben– conocer la identidad de sus nietos, hermanos, sobrinos. Ustedes mismos reconocen que su identidad es parcial, y en su memoria, en alguna parte, estará la sangre de aquellos que los engendraron, probablemente en el dolor. No es sano para la sociedad, para las familias, ni para ustedes mismos que quede verdad sin indagarse, oculta y sin investigación.
Confiamos plenamente que el Banco Nacional de Datos Genéticos, como siempre lo hizo, revelará sin manipulaciones los datos que ustedes demanden para seguir reconstruyendo esa parte de la historia personal que no conocen y que tienen la necesidad de buscar. Pueden, entonces, quedarse tranquilos de la seriedad, transparencia y precisión de estos modernos estudios garantizados por la ciencia.
El Dios que anunciamos y la fe que proclamamos nos repite que la verdad, más que un derecho es un deber. En la Biblia, la verdad no es tanto algo que se acepta o no, sino algo que “debe vivirse”; “debemos obrar la verdad”, que es fidelidad. Por ese camino andamos en fidelidad para con Dios y nosotros mismos.
Como pastores de diferentes comunidades y confesiones, no podemos permanecer indiferentes a nuestra realidad, y tampoco queremos hacerlo. Porque creemos que es lo que nos ayudará a vivir una sociedad en paz, en justicia y en verdad. Por eso, con la serenidad que nos da el compromiso que desde hace años queremos vivir, los alentamos a dejar de lado el temor y poner la confianza en la verdad y en Dios. Así, pudiendo conocer su identidad más profunda, podrán desde su lugar contribuir a la pacificación que los argentinos necesitamos y que sólo puede alcanzarse en la verdad y la justicia.
Con respeto y fe sincera.
Padre Eduardo de la Serna - Obispo Aldo Etchegoyen - Rabino Daniel Goldman - Hermana Martha Pelloni
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